Hace tanto que mi corazón y mi piel lo llaman al unísono, lo
llaman a grito. Algún día escuchará, algún día vendrá…
Era perfecto, mágico, y no sé por qué nos separamos.
Y ahora sólo espero.
Pero… ¿Por qué esperar? ¿Por qué tiene que ser él el que haga
algo?
Debo arriesgarme, si así separados todo ya está perdido...
Llamo y atiende. Me quedo sin palabras, un nudo atenaza mi
garganta y corto, no pude hablar.
No fue por orgullo. Fue por amor contenido, por escuchar su
voz amada.
Espero, me recompongo y vuelvo a llamar.
-Soy yo, le digo.
-Lo sabía, mi amor, vi tu número y solo esperaba estar mejor
para llamarte.
-¿Mejor? ¿Estás enfermo?
-No amor, la sorpresa y la alegría me dejó sin voz. Quiero
verte, necesito verte.
Ya no importa, no voy a cometer las mismas faltas, no voy a hacer reproches, no voy a decir:
-¿Por qué no me llamaste?
Nada, no dije nada, solo me escuché decir:
-Yo también.
Y hoy nos veremos.
Salgo a tu encuentro, camino despacio, como para despedir a
esta soledad que se instaló en mi alma desde que te fuiste.
Ahí estás, mi corazón late cada vez más fuerte y siento de
nuevo las maripositas en mi estómago.
Me abrazas, me besas y te siento, solo te siento...
Hola Mara. Un placer visitarte hoy y leer esta bonita reflexión. Además de oir a tu hijo bello como sintonía de tu blog. Tiene una preciosa voz. Enhorabuena
ResponderEliminarAbrazos!
Gracias María, beso enorme.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBello poema-prosa, querida Mara!
ResponderEliminarDesde, Puerto Lumbreras, en España, un gran abrazo!