Un día sin pensarlo, sin buscarlo conocí a Fernando.
Nos hicimos amigos, los dos necesitábamos ser felices, y comprendimos que el estar juntos nos hacía mucho bien.
Desde entonces cada día nos reunimos, estuviéramos donde estuviéramos y comenzamos a viajar.
Hoy salgo apurada de casa, voy a su encuentro. No sé como llegar, pero voy hacia la hermosa cabaña construida sobre dos cerros. Esa que él me señaló y a mi me encantó.
Compro algunas cosas que creo necesarias y en un abrir y cerrar de ojos, sin darme cuenta como, llego al pie del cerro.
Dejo en el piso todo lo que llevo en mis brazos y los abro. Abro mis ojos, mis sentidos para poder ver este bello paisaje. Mis pulmones se llenan de aire puro, mis sienes laten alocadas. Esta sensación hermosa que embarga mi alma, barre todo lo malo de mi espíritu. Abro mis brazos como para poder tomar el espacio libremente y giro y giro, parezco un derviche*, soy pura energía, conexión directa y total con el universo. Luego dejo de girar y bajo a la tierra.
Veo detrás de los cerros, disimulado, un elevador pequeño, y suspiro con alivio, voy llevando las cosas hacia él. Está fresco, así que decido juntar leña, y subo. No sé en qué estado voy a encontrar la cabaña, en realidad no es nuestra, solo la vimos y la elegimos, sabíamos que estaba desocupada.
Abro puertas y ventanas y comienzo a limpiar, por suerte traje todo lo necesario para hacerlo.
Quiero que cuando Fer llegue la encuentre hermosa. Limpio cada cosa con esmero, vidrios, cortinas y saco las telarañas. Ya estoy por terminar, pongo la leña en el hogar y enciendo el fuego.
Me voy a duchar, el agua caliente saca el frío que siento. La tarde se puso muy fría, salgo de la bañera, me seco y me visto. Ahora a la cocina.
Deseo escuchar Mara por Serrat, no la recuerdo, busco entre mis CD, la encuentro. La letra es bella, y canto mientras saco las manzanas olorosas y lustrosa, la canela, el azúcar, los huevos y la harina, voy a preparar tarta de manzanas con canela, no tuve tiempo de preguntar a Fer si le gusta, espero que sí. También preparo un rico chocolate caliente.
Miro la hora, Fer no llega, termino de preparar la tarta, tomo los almohadones y los dispongo cerca del hogar, con un libro en mis manos, me pongo a leer.
El crepitar de los leños me arranca de mi lectura, cierro el libro y observo el baile sensual y ardiente de las llamas azules, naranjas, rosas, verdes.
Cuando despierto, estoy sola, él no llegó, está oscureciendo, me levanto, caliento y sirvo el chocolate, su olor me trae gratos recuerdos de mi infancia. Corto un trozo de tarta, la como con ganas, está rica, muy rica, se deshace en mi boca. La manzana jugosa y la canela le dan ese toque de exquisitez única.
Fer ya no llegará y esto hace difícil que llegue ya por unos días, es hoy, o sino será luego de unos días. Fin de semana largo. También es tarde para regresar, busco algo lindo para escuchar y preparo la cama, dormiré acá, donde las estrellas están más cerca y el cielo es más azul…
Me doy cuenta que Fer me enseñó a estar con él aunque me encuentre sola.
Por primera vez estoy contenta de la decisión que tomé. Esperarte desde el viernes en la cabaña, trajo su recompensa.
Hoy amaneció hermoso, el sol le otorga bellos destellos a la nieve. Y ahí en el camino te veo.
A pesar del frío, a pesar de la nieve, te veo llegar presuroso, con tu saco de gamuza, tu bufanda y tus guantes. Apuras el paso para llegar a nuestra cabaña.
Corro a recibirte. Te sorprendes un poco, pensaste que no estaría esperándote. Tu alma sí, sabía que yo estaría acá.
Entramos a la cabaña, yo colgada de tu brazo. Tienes unas chispitas pícaras en los ojos y haciéndote el misterioso sacas un paquete. Traes una pata de cordero para hacer a la parrilla. Me río, hace mucho frío para estar afuera, en la parrilla, pero dices que quieres hacerlo. Te ofrezco vino caliente con miel y canela.
Luego salimos un rato a caminar, vamos hacia el lago helado. Las ardillas traviesas nos miran pasar.
Al regresar, la mesa preparada con amor, como cada cosa que nos brindamos, nos espera y la comida se hace placentera, la charla interrumpida, solo cuando nuestros labios se besan.
Sé que el celular es un mal necesario. Pero hoy lo odié. Recibiste ese llamado urgente y tuviste que dejarme. Por suerte llegamos a comer el postre y a tomar el café.
Yo preferí quedarme, no podía ir contigo y no quería volver a mi casa.
Te acercaste, me abrazaste, me diste un beso. Al llegar a la puerta te diste cuenta que mis ojos se llenaban de lágrimas y te acercaste, me apoyé en tu hombro, no es la primera vez que lloro contigo, pero mis lágrimas ahora son diferentes. Me las secaste. Me besaste y te acompañé un trecho por el camino que guarda nuestros pasos. Nos abrazamos nuevamente y te marchaste. Varias veces me saludaste con la mano y con alegría moví mi mano para saludarte, con alegría, si, pues sabía que pronto volverías a mi.
Me quedé parada mirando hasta que sólo fuiste un punto en la distancia.
Regresé a la cabaña, tomé tu taza y suavemente apoyé mis labios donde tú los habías apoyado y fue como besarte nuevamente.
Luego puse nuestra música, todas y cada una de las que llevamos escuchadas juntos.
Reviví cada momento, el ruido del mar en Grecia, el suave movimiento del yate. El olor de la comida que me preparaste, y luego cuando en forma intempestiva el oleaje cambió y nuestro yate se movía bruscamente, me tomaste fuerte para que no cayera.
Mas tarde, cuando el sol ya habría bronceado nuestras pieles y nos sumergimos en las aguas para refrescarnos, me tenías fuerte de los brazos, luego me tomaste por los hombros, me río, al recordarlo ¡No sé nadar!
Y por la noche, nuestros cuerpos juntos, nuestros corazones latiendo al unísono, acompasados, siguiendo el ritmo de nuestra sangre.
Recuerdo el cielo tan azul, cada una de las estrellas y sus nombres. Despacio, quedamente fuiste deslizando en mis oídos el nombre de ellas.
Mi cabello volaba por el viento y acariciaba suavemente tu rostro, mi cabello prolongación de mi cuerpo, me ayudaba a acariciarte.
Así estuvimos uno en brazo del otro, sin decir nada, muchas horas. Solo escuchando el sonido del mar y viendo titilar las estrellas. Solo interrumpí el silencio para mostrarte esa bella estrella fugaz que atravesó el cielo y sé que los dos pedimos lo mismo.
¡Qué bellos momentos! ¡Qué hermosos recuerdos!
Recordé cada minuto que vivimos hoy acá, en ésta, nuestra cabaña. Cada instante, cada detalle, cada aroma, cada caricia. Cada crepitar de los leños y tú a mi lado.
El increíble paseo por el lago helado, las ardillas que nos miraban y corrían y los colores bellísimos que nos rodeaban. Recordé como me tomaste de la mano para que no resbalase en la nieve. Mis pasos y tus pasos por la nieve y aunque pase mucho tiempo nadie caminará por donde caminamos pues todos los caminos transitados son tuyos y míos solamente.
Por eso mis lágrimas son distintas, porque mis manos no están vacías, sostienen las tuyas, porque mi corazón no late solo, late con el tuyo, porque sé que tu alma me abrazará cuando alguna sombra sin pedir permiso se instale en mi alma, porque tu alma conoce a la mía.
Por eso mis lágrimas ya nunca serán de tristeza, estés donde estés, estarás conmigo. Y yo esté donde esté, estaré contigo. Me diste alas y juntos volaremos.
Después de acomodar todo, sabiendo que no regresarías, decidí cerrar la cabaña y regresar a mi casa.
Al llegar, solo quise dormir, para que mis sueños sean contigo.
Me acosté y sé que sin estarlo tu estás a mi lado, siento tu respiración pausada, veo tu pecho subir y bajar acompasado y es irresistible el deseo de acariciarte, lo hago suave, suavemente, no quiero despertarte y luego abrazados los dos, me dormí.
Es temprano, no quiero moverme, quiero seguir así, miro la hora, son las dos, tengo que dormir, dormir…
Cierro los ojos y empiezo a volar, a viajar con las alas que me regalaste. Y así me quedo dormida.
Algo me sobresaltó, algún ruido. Me desperté, son las cuatro, ya no puedo dormir más.
La cercanía de tu cuerpo me hace sentir cosas que hace mucho no siento, pero sé que es un sueño, algo hermoso que nos reúne en otra dimensión, en un espacio que no es el real.
Y los ojos se humedecen, pero pienso, si esto termina, no tengo nada, por eso tengo que seguir adelante con el juego, con el sueño, con el amor irreal de los cuerpos pero el amor real de las almas.
Me encontraré contigo más tarde, pero igual ahora me siento en tus brazos. Ahora me quedo en la cama, calentita y sé que tú me brindas este, tu calor.
Son las siete, complicada mañana, pero igual nos veremos, nos encontraremos en la esquina de las Ansias y los Sueños.
Ya estás aquí, y decidimos viajar a algún lugar cálido.
Llegamos a una isla luego de un accidentado viaje de avión. Es todo tan bello, los peces de colores pueden verse a través del agua cristalina, verde, hermosa.
Estamos en la habitación y el piso es sorprendentemente…transparente, y desde aquí abrazados, vemos por debajo de nuestros pies a los peces, que nos miran celosos de nuestros besos, de nuestros abrazos.
Almorzamos, y vamos a la playa y ahí, uno en brazos del otro hablamos de muchas cosas, siempre hay algo más para conocerse, para que nuestras almas se comprendan y se amen más, mientras nuestros cuerpos, solo se abrazan y se besan. Tus labios húmedos, cálidos, recorren mi rostro, mi cuello y vuelven a mis labios.
Y yo beso tus labios, mis manos puestas en tu cuello, acariciándote el cabello, beso con suavidad, y con deseos de morder suave a estos labios que enloquecen a mi alma.
Y luego en la noche, caminamos por la orilla del mar, tomados de la mano, en silencio, nosotros nos entendemos hasta en silencio, las estrellas parecen luciérnagas alumbrándolo todo y esa luna sobre el mar, enloquece los sentidos y avivan las emociones.
Luego regresamos, hace un poco de frío, poco. Decidimos cenar en la habitación, escuchar nuestra música y dormirnos abrazados.
Estamos de nuevo acá, el viaje terminó, pero los cortos momentos bien vividos son mejor que una vida sin vivirla.
Hoy voy a encontrarme con Fer en la esquina de la Esperanza y el Amor, nos gustó más que la del otro día y creo que en esta nos encontraremos siempre.
Él está radiante, me acerco trémula, me dejo abrazar por Fer y este beso tan ansiado, tan esperado, nos une por un largo rato. Labios húmedos, cálidos, hambrientos de besos, se unen, se aprietan, se separan, se vuelven a reunir, es como si nuestras bocas tuvieran imán. Y nuestros pies se alzan del suelo y volamos, en la vereda, pero arriba, bien alto. No existe nada, sólo nosotros y los pájaros que soñamos y las flores que fuimos capaces de dibujar y los mil colores que nuestro amor inventó. Y se mezclan la nieve de la cabaña y el mar y el cielo de Grecia, el mar transparente y los peces de colores de la isla. Y nos envuelven y giran con nosotros y giramos y nos besamos y nos volvemos a besar y nos abrazamos y Fer vuelve una y otra vez a buscar mis labios, mis ojos, mi cuello descubierto y mi sangre hierve a borbotones que erizan mi piel. Y yo dulce, suavemente despacio, sin prisa, muerdo los labios afiebrados de Fer.
Armando y Mara, ella siempre usó su nombre, decidieron dejar de jugar en la computadora, decidieron ser ellos, dejar al Fer imaginario y a la Mara imaginaria, y hoy van a conocerse.
Estoy sentada esperando a Ar, siempre será Ar, así diminuto, así cortito, como un día lo llamé.
A pesar de todo lo vivido me siento nueva, virgen en tantos sentimientos que al pensar en él, se despiertan.
No nos vimos nunca, sólo lo vi en foto. Pero conozco su alma, él es el ser adorable que mueve los hilos de Fer. Del Fer que vuela o volaba con Mara hacia los más bellos lugares, el que hacía soñar a Fer las cosas más sublimes y dulces con Mara.
Y mi cuerpo tiembla, quiero serenarme pero no lo consigo. Saco una lapicera y un papel en blanco, escribo, siempre hago lo mismo cuando las cosas me superan.
Tengo miedo de ver la desilusión en los ojos de Ar.
Por un instante soy cobarde y quiero marcharme, pero estoy clavada en la silla. Miro hacia la puerta y lo veo. Ahí, alto, delgado, tal cual estaba en su foto.
Al verlo sentí la necesidad de correr a su encuentro y luego recordé que yo no soy la Mara del sueño y que él no es Fer.
Somos nosotros, Ar y Mara, reales.
Nos saludamos y hablamos. Mis nervios y mi temblor dan paso a una nueva sensación. Y comprendo, que él es Fer y yo Mara o yo Mara y él Ar.
Somos nosotros, siempre fuimos nosotros, y mis ojos lo besan, besan sus ojos, sus labios, siento frío y pongo mis manos en las de él. Y hablamos y hablamos, el tiempo vuela, nosotros no lo notamos.
Tenemos que separarnos. Le temo a este momento. Nos miramos largamente y sabemos que nos volveremos a ver, nos dimos cuenta que nosotros fuimos los hilos que movimos a los intérpretes de la obra y la historia que escribimos era la historia que soñamos, era la historia que nos faltó vivir, y no queremos perderla
Ellos Mara y Fer, estarán ahí, harán siempre los que nuestros sueños le permitan hacer. Y nosotros podemos repetir cada una de las cosas que soñamos para ellos, cuando nosotros los creamos, cuando nosotros jugando los ideamos, eran nuestras almas, nuestros sueños, eran lo que nosotros sentimos, conectados a Internet. Nosotros somos ellos, ellos son nosotros. Salgamos a la vida, sintamos, vivamos. Ellos estarán juntos siempre, en cada sueño, en cada recuerdo anidarán en nuestros corazones y en nuestra mente, y serán eternamente imborrables. Ellos eran y son nuestras almas, que se entendieron antes que nuestros cuerpos. Arriba el alma de Mara y Fer siguen girando entre peces de colores, con su música, sus playas, su nieve, sus mares, sus flores, con sus mil colores, en fin con lo que Ar y yo soñamos. Y nosotros intentaremos ser tan felices como lo fuimos en nuestros sueños
Nos hicimos amigos, los dos necesitábamos ser felices, y comprendimos que el estar juntos nos hacía mucho bien.
Desde entonces cada día nos reunimos, estuviéramos donde estuviéramos y comenzamos a viajar.
Hoy salgo apurada de casa, voy a su encuentro. No sé como llegar, pero voy hacia la hermosa cabaña construida sobre dos cerros. Esa que él me señaló y a mi me encantó.
Compro algunas cosas que creo necesarias y en un abrir y cerrar de ojos, sin darme cuenta como, llego al pie del cerro.
Dejo en el piso todo lo que llevo en mis brazos y los abro. Abro mis ojos, mis sentidos para poder ver este bello paisaje. Mis pulmones se llenan de aire puro, mis sienes laten alocadas. Esta sensación hermosa que embarga mi alma, barre todo lo malo de mi espíritu. Abro mis brazos como para poder tomar el espacio libremente y giro y giro, parezco un derviche*, soy pura energía, conexión directa y total con el universo. Luego dejo de girar y bajo a la tierra.
Veo detrás de los cerros, disimulado, un elevador pequeño, y suspiro con alivio, voy llevando las cosas hacia él. Está fresco, así que decido juntar leña, y subo. No sé en qué estado voy a encontrar la cabaña, en realidad no es nuestra, solo la vimos y la elegimos, sabíamos que estaba desocupada.
Abro puertas y ventanas y comienzo a limpiar, por suerte traje todo lo necesario para hacerlo.
Quiero que cuando Fer llegue la encuentre hermosa. Limpio cada cosa con esmero, vidrios, cortinas y saco las telarañas. Ya estoy por terminar, pongo la leña en el hogar y enciendo el fuego.
Me voy a duchar, el agua caliente saca el frío que siento. La tarde se puso muy fría, salgo de la bañera, me seco y me visto. Ahora a la cocina.
Deseo escuchar Mara por Serrat, no la recuerdo, busco entre mis CD, la encuentro. La letra es bella, y canto mientras saco las manzanas olorosas y lustrosa, la canela, el azúcar, los huevos y la harina, voy a preparar tarta de manzanas con canela, no tuve tiempo de preguntar a Fer si le gusta, espero que sí. También preparo un rico chocolate caliente.
Miro la hora, Fer no llega, termino de preparar la tarta, tomo los almohadones y los dispongo cerca del hogar, con un libro en mis manos, me pongo a leer.
El crepitar de los leños me arranca de mi lectura, cierro el libro y observo el baile sensual y ardiente de las llamas azules, naranjas, rosas, verdes.
Cuando despierto, estoy sola, él no llegó, está oscureciendo, me levanto, caliento y sirvo el chocolate, su olor me trae gratos recuerdos de mi infancia. Corto un trozo de tarta, la como con ganas, está rica, muy rica, se deshace en mi boca. La manzana jugosa y la canela le dan ese toque de exquisitez única.
Fer ya no llegará y esto hace difícil que llegue ya por unos días, es hoy, o sino será luego de unos días. Fin de semana largo. También es tarde para regresar, busco algo lindo para escuchar y preparo la cama, dormiré acá, donde las estrellas están más cerca y el cielo es más azul…
Me doy cuenta que Fer me enseñó a estar con él aunque me encuentre sola.
Por primera vez estoy contenta de la decisión que tomé. Esperarte desde el viernes en la cabaña, trajo su recompensa.
Hoy amaneció hermoso, el sol le otorga bellos destellos a la nieve. Y ahí en el camino te veo.
A pesar del frío, a pesar de la nieve, te veo llegar presuroso, con tu saco de gamuza, tu bufanda y tus guantes. Apuras el paso para llegar a nuestra cabaña.
Corro a recibirte. Te sorprendes un poco, pensaste que no estaría esperándote. Tu alma sí, sabía que yo estaría acá.
Entramos a la cabaña, yo colgada de tu brazo. Tienes unas chispitas pícaras en los ojos y haciéndote el misterioso sacas un paquete. Traes una pata de cordero para hacer a la parrilla. Me río, hace mucho frío para estar afuera, en la parrilla, pero dices que quieres hacerlo. Te ofrezco vino caliente con miel y canela.
Luego salimos un rato a caminar, vamos hacia el lago helado. Las ardillas traviesas nos miran pasar.
Al regresar, la mesa preparada con amor, como cada cosa que nos brindamos, nos espera y la comida se hace placentera, la charla interrumpida, solo cuando nuestros labios se besan.
Sé que el celular es un mal necesario. Pero hoy lo odié. Recibiste ese llamado urgente y tuviste que dejarme. Por suerte llegamos a comer el postre y a tomar el café.
Yo preferí quedarme, no podía ir contigo y no quería volver a mi casa.
Te acercaste, me abrazaste, me diste un beso. Al llegar a la puerta te diste cuenta que mis ojos se llenaban de lágrimas y te acercaste, me apoyé en tu hombro, no es la primera vez que lloro contigo, pero mis lágrimas ahora son diferentes. Me las secaste. Me besaste y te acompañé un trecho por el camino que guarda nuestros pasos. Nos abrazamos nuevamente y te marchaste. Varias veces me saludaste con la mano y con alegría moví mi mano para saludarte, con alegría, si, pues sabía que pronto volverías a mi.
Me quedé parada mirando hasta que sólo fuiste un punto en la distancia.
Regresé a la cabaña, tomé tu taza y suavemente apoyé mis labios donde tú los habías apoyado y fue como besarte nuevamente.
Luego puse nuestra música, todas y cada una de las que llevamos escuchadas juntos.
Reviví cada momento, el ruido del mar en Grecia, el suave movimiento del yate. El olor de la comida que me preparaste, y luego cuando en forma intempestiva el oleaje cambió y nuestro yate se movía bruscamente, me tomaste fuerte para que no cayera.
Mas tarde, cuando el sol ya habría bronceado nuestras pieles y nos sumergimos en las aguas para refrescarnos, me tenías fuerte de los brazos, luego me tomaste por los hombros, me río, al recordarlo ¡No sé nadar!
Y por la noche, nuestros cuerpos juntos, nuestros corazones latiendo al unísono, acompasados, siguiendo el ritmo de nuestra sangre.
Recuerdo el cielo tan azul, cada una de las estrellas y sus nombres. Despacio, quedamente fuiste deslizando en mis oídos el nombre de ellas.
Mi cabello volaba por el viento y acariciaba suavemente tu rostro, mi cabello prolongación de mi cuerpo, me ayudaba a acariciarte.
Así estuvimos uno en brazo del otro, sin decir nada, muchas horas. Solo escuchando el sonido del mar y viendo titilar las estrellas. Solo interrumpí el silencio para mostrarte esa bella estrella fugaz que atravesó el cielo y sé que los dos pedimos lo mismo.
¡Qué bellos momentos! ¡Qué hermosos recuerdos!
Recordé cada minuto que vivimos hoy acá, en ésta, nuestra cabaña. Cada instante, cada detalle, cada aroma, cada caricia. Cada crepitar de los leños y tú a mi lado.
El increíble paseo por el lago helado, las ardillas que nos miraban y corrían y los colores bellísimos que nos rodeaban. Recordé como me tomaste de la mano para que no resbalase en la nieve. Mis pasos y tus pasos por la nieve y aunque pase mucho tiempo nadie caminará por donde caminamos pues todos los caminos transitados son tuyos y míos solamente.
Por eso mis lágrimas son distintas, porque mis manos no están vacías, sostienen las tuyas, porque mi corazón no late solo, late con el tuyo, porque sé que tu alma me abrazará cuando alguna sombra sin pedir permiso se instale en mi alma, porque tu alma conoce a la mía.
Por eso mis lágrimas ya nunca serán de tristeza, estés donde estés, estarás conmigo. Y yo esté donde esté, estaré contigo. Me diste alas y juntos volaremos.
Después de acomodar todo, sabiendo que no regresarías, decidí cerrar la cabaña y regresar a mi casa.
Al llegar, solo quise dormir, para que mis sueños sean contigo.
Me acosté y sé que sin estarlo tu estás a mi lado, siento tu respiración pausada, veo tu pecho subir y bajar acompasado y es irresistible el deseo de acariciarte, lo hago suave, suavemente, no quiero despertarte y luego abrazados los dos, me dormí.
Es temprano, no quiero moverme, quiero seguir así, miro la hora, son las dos, tengo que dormir, dormir…
Cierro los ojos y empiezo a volar, a viajar con las alas que me regalaste. Y así me quedo dormida.
Algo me sobresaltó, algún ruido. Me desperté, son las cuatro, ya no puedo dormir más.
La cercanía de tu cuerpo me hace sentir cosas que hace mucho no siento, pero sé que es un sueño, algo hermoso que nos reúne en otra dimensión, en un espacio que no es el real.
Y los ojos se humedecen, pero pienso, si esto termina, no tengo nada, por eso tengo que seguir adelante con el juego, con el sueño, con el amor irreal de los cuerpos pero el amor real de las almas.
Me encontraré contigo más tarde, pero igual ahora me siento en tus brazos. Ahora me quedo en la cama, calentita y sé que tú me brindas este, tu calor.
Son las siete, complicada mañana, pero igual nos veremos, nos encontraremos en la esquina de las Ansias y los Sueños.
Ya estás aquí, y decidimos viajar a algún lugar cálido.
Llegamos a una isla luego de un accidentado viaje de avión. Es todo tan bello, los peces de colores pueden verse a través del agua cristalina, verde, hermosa.
Estamos en la habitación y el piso es sorprendentemente…transparente, y desde aquí abrazados, vemos por debajo de nuestros pies a los peces, que nos miran celosos de nuestros besos, de nuestros abrazos.
Almorzamos, y vamos a la playa y ahí, uno en brazos del otro hablamos de muchas cosas, siempre hay algo más para conocerse, para que nuestras almas se comprendan y se amen más, mientras nuestros cuerpos, solo se abrazan y se besan. Tus labios húmedos, cálidos, recorren mi rostro, mi cuello y vuelven a mis labios.
Y yo beso tus labios, mis manos puestas en tu cuello, acariciándote el cabello, beso con suavidad, y con deseos de morder suave a estos labios que enloquecen a mi alma.
Y luego en la noche, caminamos por la orilla del mar, tomados de la mano, en silencio, nosotros nos entendemos hasta en silencio, las estrellas parecen luciérnagas alumbrándolo todo y esa luna sobre el mar, enloquece los sentidos y avivan las emociones.
Luego regresamos, hace un poco de frío, poco. Decidimos cenar en la habitación, escuchar nuestra música y dormirnos abrazados.
Estamos de nuevo acá, el viaje terminó, pero los cortos momentos bien vividos son mejor que una vida sin vivirla.
Hoy voy a encontrarme con Fer en la esquina de la Esperanza y el Amor, nos gustó más que la del otro día y creo que en esta nos encontraremos siempre.
Él está radiante, me acerco trémula, me dejo abrazar por Fer y este beso tan ansiado, tan esperado, nos une por un largo rato. Labios húmedos, cálidos, hambrientos de besos, se unen, se aprietan, se separan, se vuelven a reunir, es como si nuestras bocas tuvieran imán. Y nuestros pies se alzan del suelo y volamos, en la vereda, pero arriba, bien alto. No existe nada, sólo nosotros y los pájaros que soñamos y las flores que fuimos capaces de dibujar y los mil colores que nuestro amor inventó. Y se mezclan la nieve de la cabaña y el mar y el cielo de Grecia, el mar transparente y los peces de colores de la isla. Y nos envuelven y giran con nosotros y giramos y nos besamos y nos volvemos a besar y nos abrazamos y Fer vuelve una y otra vez a buscar mis labios, mis ojos, mi cuello descubierto y mi sangre hierve a borbotones que erizan mi piel. Y yo dulce, suavemente despacio, sin prisa, muerdo los labios afiebrados de Fer.
Armando y Mara, ella siempre usó su nombre, decidieron dejar de jugar en la computadora, decidieron ser ellos, dejar al Fer imaginario y a la Mara imaginaria, y hoy van a conocerse.
Estoy sentada esperando a Ar, siempre será Ar, así diminuto, así cortito, como un día lo llamé.
A pesar de todo lo vivido me siento nueva, virgen en tantos sentimientos que al pensar en él, se despiertan.
No nos vimos nunca, sólo lo vi en foto. Pero conozco su alma, él es el ser adorable que mueve los hilos de Fer. Del Fer que vuela o volaba con Mara hacia los más bellos lugares, el que hacía soñar a Fer las cosas más sublimes y dulces con Mara.
Y mi cuerpo tiembla, quiero serenarme pero no lo consigo. Saco una lapicera y un papel en blanco, escribo, siempre hago lo mismo cuando las cosas me superan.
Tengo miedo de ver la desilusión en los ojos de Ar.
Por un instante soy cobarde y quiero marcharme, pero estoy clavada en la silla. Miro hacia la puerta y lo veo. Ahí, alto, delgado, tal cual estaba en su foto.
Al verlo sentí la necesidad de correr a su encuentro y luego recordé que yo no soy la Mara del sueño y que él no es Fer.
Somos nosotros, Ar y Mara, reales.
Nos saludamos y hablamos. Mis nervios y mi temblor dan paso a una nueva sensación. Y comprendo, que él es Fer y yo Mara o yo Mara y él Ar.
Somos nosotros, siempre fuimos nosotros, y mis ojos lo besan, besan sus ojos, sus labios, siento frío y pongo mis manos en las de él. Y hablamos y hablamos, el tiempo vuela, nosotros no lo notamos.
Tenemos que separarnos. Le temo a este momento. Nos miramos largamente y sabemos que nos volveremos a ver, nos dimos cuenta que nosotros fuimos los hilos que movimos a los intérpretes de la obra y la historia que escribimos era la historia que soñamos, era la historia que nos faltó vivir, y no queremos perderla
Ellos Mara y Fer, estarán ahí, harán siempre los que nuestros sueños le permitan hacer. Y nosotros podemos repetir cada una de las cosas que soñamos para ellos, cuando nosotros los creamos, cuando nosotros jugando los ideamos, eran nuestras almas, nuestros sueños, eran lo que nosotros sentimos, conectados a Internet. Nosotros somos ellos, ellos son nosotros. Salgamos a la vida, sintamos, vivamos. Ellos estarán juntos siempre, en cada sueño, en cada recuerdo anidarán en nuestros corazones y en nuestra mente, y serán eternamente imborrables. Ellos eran y son nuestras almas, que se entendieron antes que nuestros cuerpos. Arriba el alma de Mara y Fer siguen girando entre peces de colores, con su música, sus playas, su nieve, sus mares, sus flores, con sus mil colores, en fin con lo que Ar y yo soñamos. Y nosotros intentaremos ser tan felices como lo fuimos en nuestros sueños
Icreiblemente hermoso¡¡cuantos sentimientos virgenes ay en una relación a distancia,es hermoso aunque doloroso,pero amar con el alma,es sin duda lo mas bello que podemos sentir,esa distancia que separa nuestros cuerpos acerca las palabras los susurros y los sueños...
ResponderEliminarme hiciste recordar bellos momentos...
mil abrazos de ternura para ti.
Muy hermoso el cuento tal como sucedio en esos dias, Todavia tengo el gusto en mi boca a la canela y la manzana, siento el olor a madera quemada y el trepidar de los leños, todavia veo la nieve caer y el frio helado en mi cara, y todavia me acuerdo corriendo a tu encuentro, besandote infinitamente como las hojas del aromo muriendose entrelazadas para siempre en el suelo..............
ResponderEliminarQUÉ ES DE LA VIDA SIN SUEÑOS? Y QUÉ ES DE LA VIDA SIN REALIDADES?...
ResponderEliminarTE FELICITO MARA!!! MUY BELLO!!!
BESOS!!!
Javier
recuerdos hermosos , con sueños de distancias viviendo la vida en cada palabra....felicitaciones
ResponderEliminarMartha