Me fui del locutorio aturdida. Este último e-mail de Ricardo me dejó así. Hace casi un año que nos escribimos. Un día abrí mi dirección y encontré el mail. No sabía quién era, pero le contesté y empezamos a escribirnos. Mi primer mensaje fue con desconfianza, luego lo notaba tan “especial”, no me tuteaba, no se propasaba y así me atreví a seguir. Nos hicimos amigos, tan amigos que cosas que no le decía a mi marido, se las contaba a él.
Me escapaba, decía en casa que iba a hacer comparas, pero iba al ciber y ahí le escribía; a veces estaba conectado y chateábamos.
No sé por qué jamás se lo conté a Marta. Ella es mi única amiga.
Recuerdo que cuando llegamos al edificio, hace ya tres años, ella fue la única que se acercó a la semana, con un budín de bienvenida, la invité a pasar y a tomar un té. Y nos hicimos inseparables. Jorge, mi esposo, también congenió rápido con ella. Marta es única, pero su marido es insufrible. Néstor es inaguantable, siempre con los versículos de la Biblia, siempre viendo el pecado en todo. Yo lo soporto por Marta.
Y me dio un poco de vergüenza contarle lo que me está pasando.
Ricardo hace tiempo no es el mismo. Sus mensajes me hacen sentir mujer, sus palabras me llenan de calor. Hace tiempo que no siento esa sensación con Jorge. Por eso no sé que hacer. Mi vida con Jorge es monótona, no es malo, pero no encuentro en nada coincidencias con él. Antes hablábamos, ahora cada vez dialogamos menos, y Ricardo es mi refugio.
No lo vi nunca, él tampoco a mí. Me lo imagino alto, delgado con barba muy cuidada, cortita, de ojos celestes o azules. Él me dijo que lo describiera y me dijo: -Ni que me estuviera viendo.
Yo le hice una breve descripción de mi persona. No le dije todo, no iba a decir, que estoy un poco gordita, que mis ojos que fueron grandes y negros, ahora ya no lo son tanto.
Me dijo su edad y es casi como yo, por eso hablamos de nuestra juventud: leímos los mismos libros, escuchamos los mismos programas de radio. Nos acordamos de los viejos comerciales, de cuando apareció la primera transmisión de televisión. De los nombres de las películas, de las canciones.
Con Jorge, no puedo hablar de nada; mis hijos, ya grandes, tienen su vida.
Ricardo está siempre ahí. Y cada vez más cálido. A veces me avergüenzo de mis sentimientos. Ya sueño con Ricardo, y mis sueños son cada vez más ardientes. En ellos me besa, me abraza, me desnuda suavemente y me ama, y me ama....
Pienso en ir a contarle a Marta lo que me está pasando. Sé que si voy ahora a verla, Néstor no habrá llegado, siempre llega bastante después que yo regreso del ciber. Yo muchas veces iba decidida a contarle a Marta lo que estaba viviendo, pero hablábamos de cualquier cosa, y yo estaba siempre al borde de la confesión, pero callaba. Y después llegaba él, y yo me quedaba un ratito más y me iba. Si me apuro, seguro que ella estará sola.
Pero ¿y si se enoja conmigo? ¿Si piensa que estoy traicionando a Jorge? Es que lo estoy traicionando, aunque sea con mis pensamientos, con mis sentimientos.
Recuerdo esa noche en que nos quedamos a cenar en casa de Marta, y salió el tema de la vecina que tenía amigos, compañeros de trabajo con los que a veces se quedaba a tomar un café. Y Néstor con su fea voz, dijo: -No es yerba buena, la que hace eso traiciona a su marido. Marta no dijo nada, y yo no pude contenerme y le contesté.
-¿Qué tiene de malo tener amigos?
-Solo te diré, Ana, “si uno de ustedes se desvía de la verdad y otro lo hace volver, sepan que el que hace volver a un pecador de su mal camino salvará su vida de la muerte y obtendrá el perdón de numerosos pecados” Santiago 4, 19.
Lo miré y le dije: -¿Crees que me meteré en su vida y le diré que no tiene que salir con sus amigos?
Yo no soy muy adicta a la Biblia pero le dije: “un amigo fiel es un refugio seguro, el que lo encuentre ha encontrado un tesoro” y no recuerdo si es de Esclesiático 6, pero, nada dice que la mujer tiene que tener amigas y no puede tener amigos.
Me miró muy enojado. Marta, agachaba la cabeza sin decir palabra.
Ya en casa, Jorge se rió y me dijo:
-¿Así que lees la Biblia?
-Hay muchas cosas que leo y hago Jorge, sos el único que nunca lo sabe.
Esa noche me fui a dormir con rabia hacia Jorge y hacia Néstor.
Marta por unos días no me llamó, pienso que Néstor le habrá dicho que no era buena mi amistad. Pero luego llamó como si nada.
Nunca hubiera entablado esa amistad con Ricardo, si Jorge fuera mi contención. Pero si le cuento un problema del trabajo me dice:
-Los problemas del trabajo son del trabajo, aquí no los toques.
-Jorge, los problemas que tengo en el trabajo, son problemas que tengo yo, sea en el trabajo o en la casa, o en la calle, son mis problemas.
-Bueno, yo no te cuento mis problemas.
-No, porque yo no quiera escuchar, sino porque no querés contarlos.
Si hablamos de enfermedades me dice:
-No quiero escuchar.
-¿Pensás que si no hablás no pasa? ¿No sabés que hay gente que se muere de cáncer, o de un ataque cardíaco? No le tengas miedo a las palabras, tenle miedo a los silencios.
Y me cansé. Por eso me hice amiga de Ricardo.
Y hoy me dijo que me quiere, que está casado, pero me quiere a mí.
Y yo le dije que estoy casada pero lo quiero a él. Me enamoré sin conocerlo. ¡Es increíble, pero es así!
No fui a la casa de Marta, no puedo contarle nada.
Hoy lo veré, me citó en la confitería Plaza del Carmen. Estoy tan nerviosa, sólo tomaremos un cafecito, pero me pone terriblemente nerviosa ver a otro hombre.
Entré a la confitería, por las dudas no fui con la ropa que le dije que iría, y él ahora me doy cuenta, no me dijo cómo vendría vestido. Como quedó en ubicarme él, no pregunté nada. Cometí una torpeza ¿cómo nos encontraremos? ¿Y si me mintió en su descripción? No nos encontraremos.
Me senté en el fondo. No dejo de mirar la puerta. ¡No!, esto no puede estar sucediendo. Néstor acaba de pasar por la puerta de entrada. Y mira para todos lados y se sienta ahí, cerca de la puerta. No es justo que aparezca él.
Me ve y me saluda, se acerca, le digo:
-¡Hola Néstor! Estoy esperando a la esposa de Marcos, las chicas jóvenes son tan impuntuales.
-¡Qué raro que estés por aquí!
-Es cierto, pero ya te dije, espero a la esposa de mi hijo.
Pienso que este pesado no se irá y yo no podré acercarme a Ricardo. Pero me saluda y vuelve a su mesa.
No pasó mucho tiempo y Néstor vuelve a mirar a su alrededor.
Yo sigo inmutable, tomo mi café que ya me sabe a hiel.
Pasó cerca de una hora, y cada tanto, Néstor me mira y mueve la cabeza, como diciendo:
-Te dejaron pagando.
-¿Qué estará pasando por su morbosa cabeza?
Veo que Néstor después de mirar hacia todos lados, como si buscara a alguien que no llegó, llama al mozo y está pagando su cuenta. Me saluda con un gesto, le respondo. Se marcha.
Ahora más tranquila observo a cada hombre, a cada rostro, muchos están acompañados.
Veo a uno que está solo, es joven, pero entró decidido y se sentó. No miró hacia ningún sitio, se nota que no espera a nadie.
Ya pasó mucho más de una hora. Triste, desilusionada, llamo al mozo, pago y me voy.
No iré más al ciber. No, no iré más.
Me acerco a la puerta del ciber. Luego de una lucha conmigo misma, me dispongo a entrar y ahí frente a una computadora lo veo a Néstor.
Entro. Me acerco. Lo saludo y veo que tiene en la pantalla de su Messenger el mismo paisaje que abre Ricardo cuando chatea conmigo.
Me vuelve a mirar y me dice:
-¡Qué casualidad!
Veo que sus ojos son azules, nunca antes lo había notado.
Lo saludo y me voy en busca de mi computadora, la abro y comienzo a chatear con “Ricardo”.
Los dos escribimos al mismo tiempo: “¡Te extrañé! ¿Por qué no fuiste? Y los dos respondimos: ¡Yo fui! Miro hacia adónde está Néstor y él, me está mirando, en su rostro hay confusión, y luego veo una dulce mirada de amor.
Hermoso!!!! te felicito Mara!!!
ResponderEliminarCuánta gente se sentirá identificada con tus cuentos!!
con sentimiento, tristeza, nostalgia, pasión.. Muy nuestro!!
Felicitaciones!!
Gustavo.
hermoso cuento Mara ¡felicitaciones!Martha
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