martes, 4 de noviembre de 2008

LA FOTO























Termino de vestirme; del bolsillo de mi campera tomo el sobre; retiro el dinero; lo guardo bajo llave en el viejo mueble; saco la foto. Desde ahí la mujer me sonríe. El papel con la dirección tiembla entre mis manos; salgo. Es hoy o nunca.
El sol me enceguece; camino rápido. Es temprano, pero debo conocer el lugar. Disfruto de a ratos la hermosa tarde. Ella sale a las siete.

Subo a mi coche; mientras manejo enciendo un cigarrillo; voy a su encuentro. Estaciono a unas cuadras del lugar en que ella trabaja. Apuro el paso; llego.
Aún es temprano; me apoyo en la pared y espero a que ella salga. Veo pasar a la gente apurada; casi todos con el gesto adusto; encorvados. No ven lo hermoso del día.
Nunca sabré el motivo de este pedido; pero lo voy a cumplir. Miro de nuevo la foto; la imagino a ella en mil poses; sus finas piernas enfundadas en unas altas botas y la pollera corta, muy corta. Y los dientes blancos. Noelia; María; Mariana; Beatriz. Ni siquiera sé su nombre. Sólo tengo de ella una dirección y la foto. Su mirada y su sonrisa me llegan al corazón.
Es el encargo más complicado que me tocó hasta ahora. Miro el reloj, falta media hora. Fumo otro cigarrillo y espero. Las ideas se amontonan en mi mente:
-¿Por qué tengo qué hacerlo? Él lo pidió. No me queda otra salida.
Son las siete. Me pongo más cerca de la puerta. La veo salir del ascensor; viene por el pasillo; se acerca. Es la mujer más bella que he visto. Su cintura cimbreante, sus senos turgentes bajo la fina blusa, y ese andar. La sangre me hierve en las venas. Me tiemblan las piernas.
Ella abre la puerta; la sostiene sonriente, supone que voy a entrar.
Debo hacerlo. Pongo mi mano en la cintura, para sacarlo. El revolver me quema.

Pero... ¿lo haré?

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